martes, 10 de enero de 2012
Las alas de los corredores keniatas
Todas las mañana me ilusiona escuchar el repiqueteo de las zapatillas de varios corredores sobre las losas de la calle. Les oigo y les veo desde la ventana de mi casa, sobre las nueve y cuarto de la mañana, después del desayuno y me contagian las ganas de comenzar el día. Salen temprano, en estos comienzos del día fríos, desde su punto de reunión matinal, el parque de Ferrera, y llegan a hacer recorridos de hasta dos horas, un logro que han conseguido después de varios años de trotes persistentes bajo la lluvia, el frío y el sofocante calor de algunos días. Participan en las carreras populares en la categoría de veteranos y se sienten orgullosos de correr a menos de cuatro minutos el kilómetro, algunos, y otros a menos de cinco minutos esa distancia. Les admiro porque han conseguido sus objetivos manteniendo una actividad saludable que requiere un pequeño esfuerzo cotidiano. Yo apenas voy a un trote mucho más lento, pero estoy empezando a sentir esas buenas sensaciones con que nos regala esa actividad natural y primitiva que es la carrera. Sabemos, de todos modos, que nunca hubiéramos llegado a correr como los ases keniatas, capaces de bajar los tres minutos el kilómetro en una maratón de 42 kilómetros. Los científicos han comprobado que los niños que nacen a una altitud superior a los 2.000 metros, como es el caso de los keniatas y otros atletas africanos, tienen una capacidad de adaptación a la pobreza de oxígeno que conservarán a lo largo de toda su vida. La naturaleza regala alas a las aves como buenos pulmones a los africanos.
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Es impresionante, yo no podría correr así ni 50 metros y ellos lo hacen en 42 kms. Hasta que uno no los ve no se imagina lo que es. Son extraterrestres
ResponderEliminarGonzalo Quintana: Exacto, son inalcanzables, pero verlos correr es una maravilla. Gracias por tu visita y comentario.
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